Pensaba que no le importaba si algo, todo o lo que fuera, terminara. De todas formas, ella había conocido a la felicidad en su forma más pura. Esa que no se puede describir, explicar o transmitir. Es más, ni siquiera sabía como se sentía, pero lograba reconocerla. Conocía muy bien los motivos, y claramente ese, tenía nombre: Camilo.
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Todos a su alrededor lo notaban, y se alegraban por ella y su cambio. Todo era color, sorpresas, voces y caras que cambiaban con el simple hecho de poder relacionar algo. Había cambiado su forma de percibir la vida, y su manera de ser. Ahora todo se basaba en hacerlo feliz. Si su acometido era cumplido, no había otra cosa mejor.
Él, había cambiado su mundo.
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