Juana solía mirar la ventana. Adoraba la mezcla del calor sol y la fresca brisa en la cara, cantar en la cabeza a volumenes donde no es posible pensar. Y más si tenía un pañuelo.Cuando pasó por esa bendita y reconocida avenida, se paralizó. Siempre la va a estar esperando, inmutable. Pensó en esos incontables pasos que son dados por minuto, y sin embargo quedó una huella enorme, de ellos juntos, de esas noches.
También pensó en esos vestidos que compró y no pudo estrenar, los lugares que quedaron sin conocer, las palabras sin decir. Las imágenes que no se sacaron, las películas que no miraron y por supuesto, los recuerdos imborrables, jamás sembrados.
El futuro que no es. Futuro que no es porque no va a ser. Tampoco es porque si es, sería presente. Si es presente, esta pasando, pero no. No pasa. y claramente tampoco pasó.
A pesar de todo, ella había crecido, y había aprendido. Supo más de música, de cine, de estilos, y aprendió sobre todas las cosas, el nivel de cariño que puede tener hacia otra persona, con las sonrisas y locuras en el medio.
Se enteró que ese que tanto le atraía tenia 25, estaba casado, tenía una hija y era profesor. Al menos... al menos no andaba con chicos, como ella creía. Las apariencias engañan, y si que engañan.
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