Noche temprana, enrojecida por los vestigios ocultos del sol y encendida por las muchas débiles luces urbanas. Calle empañada, esparcida al azar, con ayuda de los transeúntes que entre bocinas murmuran sobre nosotros, simulando no vernos. Pero igual nos ven.
Todos nos ven. El taxi que pasó retrasado, la chica que no quiere regresar a su solitaria casa, el semáforo con su poder sobre el tiempo, el padre que ansía llegar a su casa y abrazar a sus hijos, el cigarrillo que cayó de la mano de aquel estudiante... y toda una ciudad a nuestra disposición, después de haberla descubierto de otra manera. Nos encontrábamos a la espera del regreso, y la fila de personas que nos rodeaba, parecía vigilar que nada irrumpa en lo que -solo ellos- sabían que sucedería.
- Yo me voy en este. - Dije entre nerviosa y apenada, sabiendo que no podrías acompañarme, porque nuestro destino no era el mismo.
Respondiste que vos también. Y mis ojos se desorbitaron por completo. No entendía por que hacías eso, si la dueña de la locura de esta relación siempre fui yo. Como esa vez que no me importó ocupar todo mi día, perdiéndome en medio de un paisaje desconocido, por acompañarte quince minutos mas.
A partir de ese instante, ese mismo donde nuestras miradas se fusionaron en una, por mas trillado que parezca, el tiempo se detuvo. Porque esos treinta segundos, fueron eternos. El mundo seguía, si, pero pertenecíamos a otro plano, dimensión, otro mundo paralelo.
Sin siquiera notarlo, por una fuerza mayor impropia nos acercamos sin tocarnos, unidos por ese hilo de la mirada . Como me llevas media cabeza, no fue muy difícil saber cual era el tope. Pero cuidado lectores, no saquen conclusiones tempranas! No, desafortunadamente no hubo beso. Así y todo, nuestras heladas y opuestas comisuras se magnetizaron, los perfumes se mezclaron y ese instante fue glorificado: Pude respirar gracias a tu aliento, sentir el tibio calor y suavidad de tu mejilla, alcanzar un nuevo nivel de conocimiento de lo perfecto.
Con sonrisas cómplices alrededor, se sumaron las nuestras y dejamos salir a flote todo lo que nos corría por dentro. No necesitábamos palabras, no necesitábamos mas gestos, ni ninguna otra señal. Teníamos nuestra conexión, desatada por un simple contacto.
Ahí fue cuando esa obra maestra, fue diluyéndose, los colores, los sonidos cada vez más lejanos, y yo sin poder hacer nada para frenarlo. Era hora de despertar y comenzar un nuevo día. Pero esa escena es inmortal, sigue ahí, porque no tiene final ni continuación. Aunque algunas tardes me siente a imaginar miles de posibles desenlaces. Pero cada vez que quiero, me puedo transportar, a ese instante, sin decir una sola palabra.
{Que.Abandonadito.Te.Tenía.Blogcito}
And since that day
